Seguramente, al escuchar la palabra cúrcuma, se te venga a la cabeza un plato con arroz amarillo y bien humeante. O, por qué no, una de las especias más comunes con las que se condimenta el curry. Pero lo cierto es que esta pequeña raíz con tantas capacidades para condimentar y colorear platos, también puede ofrecerte un significativo aporte para tu salud.
Es que la cúrcuma, de origen indio, ha tenido desde tiempos remotos una importante función a la hora de ayudar medicinalmente en la tradición oriental. Por ejemplo, se la ha empleado para cuestiones tales como combatir la artritis o dolores de cabeza, por poner dos muestras que no tienen mucha relación entre sí. Pero aquí no se queda la cosa.
Si bien se la puede considerar, así en líneas generales, como una gran aliada para todo el sistema digestivo, la cúrcuma tiene en el hígado al principal beneficiado. Es que actúa directamente como depurativo de este órgano, ayudando a la producción y circulación de bilis.
Por esta misma razón, se emplea a la cúrcuma habitualmente para luchar contra congestiones hepáticas y problemas en la vesícula biliar. Al ser sumamente antioxidante, ayuda mucho a combatir problemas como el hígado graso y contribuye, además, a mejorar el metabolismo del citado órgano. Al ser anti inflamatoria, también colabora para que los dolores sean menores en dicha área y resulta hepatoprotectora.
Por otra parte, es buena para espasmos estomacales, dispepsia, gases y también otros inconvenientes relacionados con el tracto digestivo. Para consumirla, no hace falta más que rallar directamente del rizoma de cúrcuma una cucharadita, que se puede añadir a una taza de agua caliente para preparar una infusión. O directamente puedes emplearla en un puré, una sopa o un plato de arroz. Además, viene en forma de comprimidos, para quienes prefieran consumirla de dicha forma. Como sea, es una gran aliada para el hígado.
